Medicina deportiva . Pruebas de esfuerzo deportivas.
Pruebas de esfuerzo en presuntos sanos
Estos últimos años se ha producido un auge espectacular en la práctica de actividad física entre la población, ya sea correr en asfalto o montaña, bici de carretera o BTT, Crossfit, HIIT, Triatlón, y muchas otras.
Entre la población involucrada en esta corriente, imperan los de mediana edad.
Aquellos que en su adolescencia realizaron algún tipo de deporte o actividad física y se han reenganchado a ello nuevamente, tras un parón por cuestiones laborales o sociales; otros que se acercan por primera vez de forma algo más “seria” a la práctica continuada de actividad física; o los que nunca dejaron de hacer actividad física.
La práctica de actividad física, al contrario que el sedentarismo, del que cada vez se conocen más efectos indeseables, nos aporta muchos beneficios. Pero debemos tener en cuenta que: “la práctica de actividad física es saludable, aunque no siempre, ni de cualquier manera”.
La cuestión es que exponer al organismo a una situación de stress como es la práctica de ejercicio físico, puede hacer que se manifiesten alteraciones en nuestro organismo antes de tiempo, o lo que es casi peor, provocar alteraciones en nuestro organismo que de otra manera no se producirían. Algo contradictorio a uno de los motivos principales de realizar actividad física, preservar o mejorar nuestra salud.
Por ello, la realización de actividad física debe procurar realizarse con unos mínimos de seguridad. Las guías clínicas aconsejan la realización de una revisión médica previa a esta práctica, con la inclusión en ella de un electrocardiograma.
En el caso de pacientes con más de 40 años o con antecedentes cardiovasculares o metabólicos personales o familiares, se aconseja incluir una prueba de esfuerzo, y adicionalmente también una ecocardiografía, dependiendo del paciente.
Y es que, con la prueba de esfuerzo se consiguen dos objetivos en uno: por un lado se descartan patologías cardiovasculares susceptibles de provocar problemas futuros (arritmias, hipertensión en esfuerzo, isquemia silente, etc.); y por otro, si se trata de una prueba de esfuerzo de tipo deportivo (con análisis de los gases respirados –ergoespirometría-) se obtiene una foto de la condición física actual, y cuáles son las intensidades óptimas para el entrenamiento.
Y esto último también es importante, porque como hemos apuntado al principio, igual de malo es no hacer actividad física como hacerlo mal. La tendencia, por compromiso de tiempo, aceleración propia de la “vida moderna”, etc., es a realizar los entrenos de fondo con excesiva intensidad, y eso NO ES NI MEJOR, NI BUENO. Entrenar más y a más intensidad no va a significar necesariamente mejora del rendimiento, ni mucho menos de la salud. Se debe entrenar a la intensidad que corresponde, y no a otra. No se debe confundir entrenamiento con competición.
Luis García del Moral
Medicina de la Educación física y deporte
Centro Médico MAPFRE Salud Valencia